Parte I: “Te vas a acordar de mí”
Era un inquieto y burlón personaje, al que no llamaremos demonio para no darle esa fuerza ni condena, estaba completamente alerta, riendo y ahogándose en múltiples posibilidades; en ese absurdo juego de galantería victoriosa que uno tiene de vez en cuando consigo mismo. Mostraba un infierno absurdo, vendiéndolo desvergonzada y lujuriosamente. A pesar de ser encantadoramente devastador, su inevitable y decadente incomodidad, generaba un notable rechazo.
Al verlo, se veían lejanas historias,
puertas cerrándose fugazmente
sin previo aviso;
coches parten,
barcos zarpan,
los límites desaparecen,
todo ocurre por y para la carne.
Falócratas edonistas,
culos hipnóticos,
sugerentes y absurdas marcas dominan,
delimitando el imaginario de la ropa.
«Te vas a acordar de mí»,
un susurro, una voz,
brisa de memoria,
envolviendo fantasmagóricamente un ser
en un manto oscuro,
no había más que ese momento.
Saliva en el cuerpo,
ojos reclamando,
exigiendo imperativamente eterna devoción,
ser mirados;
corazonadas que duelen.
No existía el cuestionamiento.,
así tenía que ser y fue.
Creían ser todo,
La realidad se volvía turbia,
cerdos en el lodo.
No estaban donde debían estar,
ni eran quienes creían ser.
Sigilosa sentencia,
silenciosamente aferrándose al destino,
de la inadvertidamente condenada alma.
Ten cuidado con lo que miras,
porque puede estar mirándote.