Frecuentaba búsquedas,
varias,
que eran la misma.
“No me dejes,
atiéndeme, vamos,
consigamos amor,
salud, dinero
y el resto es cantar.”
Solía sembrar seguras alegrías,
mas entonces su cosecha
se había vuelto un misterio.
Confiaba en hacer lo mejor posible,
pero una parte solía decirle:
“no es suficiente”.
Los girasoles eran muñecos rotos,
los jazmines olían a huevo podrido,
las margaritas lloraban tanto
que no podían decir que les pasaba
y nunca se había visto claveles tan enojados.
No tenía tiempo,
no había tiempo,
empezaba a pensar que el tiempo,
no era lo que creía
y menos lo que decía.
Lo único que sabía,
era que seguir debía,
que patética fantasía,
Sublime y descompuesto engaño,
caminar ciego hasta el final.
A veces abrir los ojos le era una trampa.
Reconoció el amor al decir que no,
reconoció el amor al no hacerlo.
Idiota infeliz,
dudaba entre sabiduría o felicidad,
no servía para esos juegos.
Solo quería le abracen,
sin romper nada de por medio
y le digan que todo estaría bien,
porque claramente no lo estaba.
Es que él se había ido para no volver,
entonces los miércoles eran lunes,
los martes sábados,
los viernes jueves
y los domingos no existían.
Los días se extinguían,
rompecabezas mal dibujados,
piezas incoherentes de mejores épocas.
No dejaban ver las luces alrededor,
sonrisas, posibilidades.
Esa llama se había apagado,
no confiaba, elegía no tener fe,
la vida era más vivible
y le era incofundible,
el sentimiento de falta.
Faltaba algo, faltaba algo…
“¡No me deje patética fantaía!
Dejeme arreglarle el cuello de la camia,
que no e patética, olo confua,
diferente y cuetionable.”
Había una letra faltante,
una carta extraviada,
un color desteñido,
un olor desconocido,
una ilógica inconclusa,
una realidad obtusa.
Juegos mentales,
televisores repitiendo el mismo programa,
una y otra vez,
Había decidido no mirar atrás,
por Orfeo ¡que desdicha!
Sin embargo fue su dicha
quien le mostró su verdad.
Reía llorando,
sabía,
dolía con razón.
No volvería atrás,
no volvería adelante.
No podía,
no sería,
y es que ya no era él,
era ella,
el arcano faltante.
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Voy a decir siempre cuanto me gustan tus escritos.