Si le preguntaban a alguien, les diría que siempre pareció gustarle jugar con fuego, vivir al límite, el disparatado e inocente cosquilleo que ocasionalmente notamos en nuestro cuerpo. Lo cierto es que le hechizaba la peculiar diferencia del olor a tierra mojada o seca por las noches y el alguacil le parecía de los seres vivos más amables.
De cualquier manera ya no sabía qué se decía de su vida, había pasado un tiempo de aquellos tiempos y decidió que era suficiente, había que cambiar. Buscó registros de su historia, el primerizo parecía ser un papel que decía que había nacido en Argentina, un hermoso y complicado país: recuerdos cargados de tiempo le cayeron inevitablemente encima, como el agua de la lluvia que le hacía sentir una profunda sensación de agradecimiento.
Su existencia era movimiento incesante, estuviese listo o no, siempre sería parte de ella. Luego de la bocanada de memoria notó que hacía tiempo estaba frente a un camino gris, uno verde y que además había un documento que verificaba tenía un nombre y había empezado a “ser” a cierta hora, en cierto místico, precioso y complicado lugar. Aunque la falta de asertividad no le permitía seguir adelante, lo hizo por primera vez en mucho tiempo y entendió que no le faltaba decidir sino entender.
“Y que si el frío adormece,
también el calor con su ardor;
olvidamos no se trata de ser
un tronco o una flor,
solo de ser.
La libertad parece ficticia, impensable,
pero no existe lo inimaginable.”
Le parecía ayer cuando era un niño de 8 años que camino a su casa de la escuela se encontraba una pluma amarillo opaco y una libreta en blanco, el sol era tan amable y brillante…. Atesoraba esos momentos, en especial ese, cuando de infante juró anotar y guardar cada historia de su vida.
Ahora estaba lejos de eso, bajo una cascada de cagadas y esperanzas, enredado en los nudos de sus frágiles y persistentes recuerdos. Recordó además el primer momento en que sintió la realidad ponerse seria, entendió que iba a ser incontrolable, natural, salvaje; también cuando empezó a usar su juicio que hizo todo cambiar. Hay momentos clave para el cambio, cuando sentimos fuerte, cuando nos sentimos fuertes, cuando nos sentimos héroes, cuando nos hacemos reír, cuando nos engañamos por primera vez.
Ahora la única testigo de su vida no era su libreta, si no su fija, críptica, taciturna y soñadora manera de mirarse a los ojos, mientras deglutia la idea de que nunca volvería ser quien era antes.
Lgo ce avía rotho, perdodi; lguien ce lu kitó n um discuido.
Le quedaba poco tiempo, pero la música estaba deliciosa, así que decidió anotar unas ideas en su libreta, y bailar solo un poquito más.