Caminé por tu cuerpo, días, meses, esperando no encontrar rumbo; por lo que grata fue mi sorpresa al encontrarme a mi mismo, en la ausencia del destino y la extinción del tiempo.
En tu cuerpo buscaba olvido y encontré memorias, hilos de colores entrelazándose a kilómetros, años luz, mediante generaciones.
En tu cuerpo encontré una semilla intentando crecer entre espinas, quejosa reclamaba su prometedor sino. “El volcán no tiene la culpa de ser volcán, las espinas tampoco; lo que es, solo quiere ser”, le dije consolándola.
En tu cuerpo encontré supervivencia, justicia. Buscando escapatoria encontré un camino, entonces entendí que el escape es un imaginario; en ese momento me vi prisionero, cautivo, mas entusiasmado de estarlo. Y es que en tu cuerpo encontré reivindicación, trampas elaboradas en las que decidí caer, consecuencias, límites; vi el fantasma del miedo e inspirado por una repentina valentía le hice frente incitándole a que se muestre, pero solo respondió la brisa. En tu cuerpo encontré la verdad: el miedo no es real; fue así como en tu piel vencí mis temores.
En tu cuerpo me crucé con idiomas desconocidos, señales incomprensibles, lenguajes nuevos. Me vi a mi mismo, a gente juntarse en grupos y sonreír al encontrarse, danzar, reír, llorar. Vi acertijos en tus laterales, cubiertos por una fina capa claro oscura. Vi el mal en tu cuerpo, y como lidiabas con él en la pradera de tu cintura. Vi victorias de batallas luchadas contra ti mismo en tus ojos, heridas de guerra, sacrificios, y la dolorosa satisfacción del vencedor.
En tu cuerpo vi a un niño cuidando de un adulto, que silenciosamente guardaba cosas en una habitación. Encontré armonía en tu cuerpo, desafíos, calidez, seguridad; adversidades y paz.
Vi en tu cuerpo, una historia escrita con una misteriosa y admirable caligrafía, que invitaba a descifrar sus mensajes ocultos.
En tu cuerpo encontré cuestionamientos, voces que juzgando amenazantes cuestionaban mis elecciones, mi lugar en él, mi ser y estar; el caos generado por la duda, el desorden y la incertidumbre se adueñaban poco a poco de mí. Las estrellas en tus ojos me guiaron a un refugio en la oscuridad de tus axilas, dónde parecía no haber nada ni nadie; y allí te vi. Entonces lo que pensaba, lo que oía, lo que era real, el futuro, todo dejo de importar; en tu cuerpo decidí decidir quedarme.