El vacío reclama su lugar,

la nada exige en silencio ser,

seduciendo,

para arrastrar bruscamente

a sus endulzados labios,

oscuro néctar del olvido.

Era nada,

pensar le hizo algo,

decir le hizo alguien,

hacer le hizo ser.

Caminaba con los puños apretados,

la boca abierta,

mirada perdida

y el honor por el suelo.

No podía tener palabras,

se desarmaban en sus manos,

en su cabeza, sus labios;

Como mensajes impronunciables

o pensamientos que se desintegran.

Quería pronunciar lo no verbal,

descifrar y traducir el instinto,

explicar lo no entendido,

la información en el silencio.

Es que se había mirado

tocando otras pieles,

que sabiendo la verdad reprochaban:

“humano estúpido,

¡hombre tenías que ser!”

Entonces fue el malo porque no quiso,

es el malo, porque no quiere.

Esa no era la piel

donde estaba el mensaje buscado,

incomprendido,

invaluable, codificado,

celestial, delicioso;

le generaba memorias

y deseos que eran uno.

Sabía que existía,

ese rayo de luz,

canto de ave nocturna,

bañando en su proyección cálida

absurdos pensamientos.

No puedo creer que era,

no puedo creer que soy,

no puedo creer que no puedo no querer,

mi carne cerca de la tuya.

Fruto celestial de la tierra,

en la impureza esta lo divino

Estamos tan lejos

y tan cerca…

Ahora no me gusto,

mi piel sin tu piel no me gusta,

¡y entonces no me gusto!

¡y no es justo!

Por qué será, que a los ojos les gusta tanto llorar en los metros.

Esto no podrá conmigo, mi existencia es más fuerte que el ibuprofeno”

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