Esto nace desde una perspectiva de mucho calor, dolor y ruido, pero con la fuerza e inocencia de un niño bailando en un autobús.

Alineaba el deseo con mentiras para que la realidad le sea mas apetecible; notaba extrañeza en sus movimientos, cómo caminaba, miraba, comunicaba, lo que le hacía dudar lo que era… ¿un monstruo? Sabía que había cambiado bastante, que había sido una zorra con sentimientos pues ¿cómo es que mentía por si acaso? ¡¿y alguien me puede decir por qué fumaba tan compulsivamente?¡ Como si cada segundo que pasara fuese una derrota, un deber que no pudiese cumplir; como si quisiera hacer algo con su vida. 

Se orientaba a la búsqueda de lo inestable, a las tormentas de viento, disfrutaba como le convertían en un asterisco. En un punto de su vida había elegido no ver más, no sentía esa alegría de vivir que nos motiva a abrir los ojos y mover nuestro cuerpo; a celebrar sol, luna, fuego, viento, tierra, agua, a respirar.
Había visto la verdad y no podía despegarsela de la cabeza: la vida como algo naturalmente frágil pero solidamente inquebrantable. El acontecimiento incontrolable. In

Entendía sin saber, por lo que no se apenaba ni quejaba, porque no quería ser el lamento, si no la fortaleza del verbo. 

El verbo…, lo único que era cierto, y lo que le mantenía en pie.

No lo pensó, se levantó y se fué; no quería formar parte de la realidad en la que estaba, y nada iba a cambiar, por lo que lo mejor era irse ¡Y se fue, sorprendido! Como si una fuerza interna escondida cogiese los mandos de su cuerpo, ¿sería un robot de la razón ahora? No importaba, lo importante, es que esta vez, se había ido a dormir.

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