Silbido huérfano,
lágrimas de fuego,
campanas,
paloma blanca solitaria.
Piedras frías
en el abrumante y místico calor
de Santiago de Compostela.
El cuerpo tiembla rebelde y esporádicamente.
Dios,
madre,
padre,
hermanos.
Humo en la oscuridad,
voces de memorias,
juicios falsos,
promesas temblorosas.
El dolor del pasado,
el peso del presente,
la traición de un futuro,
que deseoso se desvanece.
Los girasoles dándole la espalda al sol,
el alimento como limosna
para la soledad del alma.
Un fantasmal y descuidado susurro:
“por favor, perdón, gracias”
Busco esperanza,
mas no se cómo encontrar lo desconocido.
No hay nadie en la habitación,
solo mis errores y yo.