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Mr Barney/ Martin M. Gómez Bustamante

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Ví al diablo en sus ojos.

En ese ritual que aprendemos de a dos, trance ancestral, danza carnal de poder
innombrable, esa vez las intenciones y deseos se cruzaron e invocamos algo desconocido.
Advertí un dulce, enigmático aroma a jazmines y azufre, pero cuando sentí sus manos más
firmes de lo habitual fue que ví…, ví al diablo en sus ojos. El brillo de los mismos distraían
de sus barrocas alas, dramáticos cuernos y sonrisa sagaz, pícara, resentida por un audaz
ingenio.
En sus ojos no noté esa esperanza que da la vida, solo una sólida y vacía profundidad
flameante, proyectándose, susurrando melindrosa e inentendiblemente. El entorno se vio
cubierto de una niebla grisácea y brillante, que danzaba galantemente invitando a hacerlo.
Sin darme cuenta me vi girando, riendo como nunca, sintiendo cosas que nunca había
sentido, y haciendo cosas que…., que nunca hubiera hecho… ¿Tendrán límite las trampas
del ego?
El diablo es finito, acaba cuando empieza el amor propio, es humo que quiere nuestro aire,
es oro falso; su única esperanza, es que te rindas.
Bailé hasta desvanecerme, desperté en mi cama sintiéndome increíblemente bien pero
rodeado de plumas, “que extraño, no recuerdo haber volado anoche” pensé, limpiando mis
cuernos.

Ver la hora se encontraba más allá del placer y la satisfacción, le producía una profunda
alegría, un regocijo sublime hacerlo. El abismo por el cual caía no parecía tener fondo, pero
sentía tocar la mano de un ángel al mirar el reloj. Había una convicción única, algo sólido,
inquebrantable, indiscutible sobre qué apoyarse. Existía una verdad universal, un hecho
seguramente cierto, como el gusto sentido al quitarse la ropa en la intimidad o el consistente
e hipnótico silencio que dejan las chicharras en el viento y las olas del mar.
La vida era una ácida vorágine que imparablemente destruía sin piedad toda certeza frente
a sus ojos, mas ahí estaban esos firmes segundos de terciopelo dorado…. Como hojas,
como hijos, como dioses, como esclavos, como joyas, como aves con el ala rota, como
códigos, como la sal más exquisita. Irónicamente su escape de la realidad era lo único real:
el tiempo; por ello se había vuelto “alarmhólico”, programaba constantes alarmas que le
recordaban mirarlo. Y ahí estaba siempre, dulce, confiado, palpable pero volátil; desnudo,
espumoso, temporal, eterno. Suspiraba de alivio…, pronto ese momento como todos,
pasaría, solo había que esperar pacientemente, la excusa perfecta para fumarse un
cigarrillo.

Este texto no alienta o promueve bajo ningún punto de vista el nocivo y adictivo hábito de fumar, es solo la perspectiva de un adicto al tabaco. Por tí mismo, por la gente que te quiere, y por la que no te quiere (así te tienen que aguantar más años), fuma menos porfis. Gracias, te quiero.

Gritos enojados

en la desesperación

del desentendimiento,

Conscientes su inconsciencia.

¿Por qué me levanta la voz?

¿Qué reclama?

Todo lo que tengo soy yo

y mis historias son terminar.

No les hagas daño a mis letras,

no soportaría una cuarta vez.

Ellas son inocentes,

el volcán no tiene la culpa de serlo.

Mirada temblorosa,

punto inalcanzable,

infinito,

atención dispersa.

No existe el exterior,

no hay interior,

la mirada escapa

del temor, 

Horror,

asfixia,

dolor que aumenta

sin detenerse,

desprendiéndose infinitamente sin hacerlo.

Aunque el perdón de nada sirva,

hasta que conozcamos a la muerte,

podemos hacer un mejor lugar.

Nunca es tarde para lo que vale la pena.

Somos lo que queda.

Si le preguntaban a alguien, les diría que siempre pareció gustarle jugar con fuego, vivir al límite, el disparatado e inocente cosquilleo que ocasionalmente notamos en nuestro cuerpo. Lo cierto es que le hechizaba la peculiar diferencia del olor a tierra mojada o seca por las noches y el alguacil le parecía de los seres vivos más amables.

De cualquier manera ya no sabía qué se decía de su vida, había pasado un tiempo de aquellos tiempos y decidió que era suficiente, había que cambiar. Buscó registros de su historia, el primerizo parecía ser un papel que decía que había nacido en Argentina, un hermoso y complicado país: recuerdos cargados de tiempo le cayeron inevitablemente encima, como el agua de la lluvia que le hacía sentir una profunda sensación de agradecimiento. 

Su existencia era movimiento incesante, estuviese listo o no, siempre sería parte de ella. Luego de la bocanada de memoria notó que hacía tiempo estaba frente a un camino gris, uno verde y que además había un documento que verificaba tenía un nombre y había empezado a “ser” a cierta hora,  en cierto místico, precioso y complicado lugar. Aunque la falta de asertividad no le permitía seguir adelante, lo hizo por primera vez en mucho tiempo y entendió que no le faltaba decidir sino entender.

“Y que si el frío adormece,

también el calor con su ardor;

olvidamos no se trata de ser

un tronco o una flor,

solo de ser.

La libertad parece ficticia, impensable, 

pero no existe lo inimaginable.” 

Le parecía ayer cuando era un niño de 8 años que camino a su casa de la escuela se encontraba una pluma amarillo opaco y una libreta en blanco, el sol era tan amable y brillante…. Atesoraba esos momentos, en especial ese, cuando de infante juró anotar y guardar cada historia de su vida.

Ahora estaba lejos de eso, bajo una cascada de cagadas y esperanzas, enredado en los nudos de sus frágiles y persistentes recuerdos. Recordó además el primer momento en que sintió la realidad ponerse seria, entendió que iba a ser incontrolable, natural, salvaje; también cuando empezó a usar su juicio que hizo todo cambiar. Hay momentos clave para el cambio, cuando sentimos fuerte, cuando nos sentimos fuertes, cuando nos sentimos héroes, cuando nos hacemos reír, cuando nos engañamos por primera vez.

Ahora la única testigo de su vida no era su libreta, si no su fija, críptica, taciturna y soñadora manera de mirarse a los ojos, mientras deglutia la idea de que nunca volvería ser quien era antes.

Lgo ce avía rotho, perdodi; lguien ce lu kitó n um discuido.

Le quedaba poco tiempo, pero la música estaba deliciosa, así que decidió anotar unas ideas en su libreta, y bailar solo un poquito más.

Virgilio en la esperanza:

antes que digas nada,

te confieso que lo hice a propósito.

Es que aquello se veía venir:

un pasado condenado

a un futuro tormentoso.

Aprendí que adulto ,

es quien quiere

y se quiere bien,

sin hacer mal;

quién ayuda a volar

y lo hace.

¡Pero sin empujar che!

Que hay manos ancianas

de ojos sangrantes,

espíritus ardientes

con su expresividad herida

y las ollas vacías.

Cuidemos a las voces sin padres

de gargantas lastimadas

por gritar y no ser oídas,

tienen las alas resentidas

por donde soñar y no vivir el sueño

de la vida que siempre quisiste viva,

según la pared de un yo adolescente.

Esas viejas hechiceras de la noche

bicicleteando por las calles de tierra en la Reconquista santafesina,

curan a los adoloridos de palabra:

«Ronda de loba y tereré,

besos a las mejores tías del mundo,

a reír sin saber de qué con los primos.

Bañarse bajo la lluvia

con el temerario corazón de un niño

devuelve la vida»

Bueno, eso Walter,

vos y yo sabemos

que eran lo mejor

las tablas largas en la vereda,

Porque no es el pensamiento,

no es la palabra,

si no lo que hicimos

y lo que hacemos

Todo lo que tenemos es nada,

recuerdos y palabras,

que son eso,

todo y nada a la vez.

Aunque no pronunciemos,

aunque no recordemos,

sigue estando todo en un presente

consistente, suculento,

frágil, brillante y volátil.

Nunca estaremos injustamente solos,

incomprendidos,

hechos a un lado;

porque siempre hubo y habrá

un lugar para nosotros

en los parques de Argentina,

el cementerio,

y en mi mesa cuando tenga una,

obvio.

Esto no se trata de mí,

tampoco de tí,

ni de nosotros,

sino de lo que es, punto.

El miedo es parte de la realidad,

lo que te asusta está vivo gracias a tí.

Temerle a algo,

es abrazar ese mismo miedo.

Detrás de todo villano

hay un superhéroe frustrado,

detrás de todo superhéroe,

hay un ser vivo.

No te pido perdón por ser así,

lamento mis modos te hieran,

te causen dolor, te hagan sentir mal,

eres único y valioso, una maravilla.

La evolución es un imaginario,

seguimos en la misma selva,

donde los animales sobrevivimos

gracias a restos de amor quemado;

donde las madres nos preguntan

a sus hijos sollozando,

«pero si los crié a los cuatro igual,

¿!por qué eres tan cruel?!»

Los niños escuchan

y aprenden caminando.

No me abandones, 

no me dejes solo.

Solo hay nada,

solo hay olvido.

Te estaba viendo

y de repente te ví,

me dijiste que nos habíamos dejado de ver,

que no ví por un tiempo.

Miradas de ajedrez,

mensajes en la almohada

leen en sangre:

“no me beses más”

Si no puedo besarte más,

no sé que hago en tu vida,

no sé que hago en la vida.

Obsesión, sobredosis física y emocional.

Por más que lo intento,

no puedo ser quien quieres que sea.

Cómo ser,

cuando no sé quien soy.

Lo único que sé,

es que debo perdonarme,

caminar

y ser lógico.

Una amarga amnesia

cargada de un aroma denso a madera y barniz,

anuncia un escalofriante, rotúndo, húmedo

“adiós”.

Una brisa divina sin origen

que se escabulle súbitamente entre mis piernas

me ancla al ahora.

El ahora, que agradable sorpresa, que felicidad tan repentina en medio de esta agonía desesperada causada por haberlo visto..,

no hay nada.

Silbido huérfano,

lágrimas de fuego,

campanas,

paloma blanca solitaria.

Piedras frías

en el abrumante y místico calor

de Santiago de Compostela.

El cuerpo tiembla rebelde y esporádicamente.

Dios,

madre,

padre,

hermanos.

Humo en la oscuridad,

voces de memorias,

juicios falsos,

promesas temblorosas.

El dolor del pasado,

el peso del presente,

la traición de un futuro,

que deseoso se desvanece.

Los girasoles dándole la espalda al sol,

el alimento como limosna

para la soledad del alma.

Un fantasmal y descuidado susurro:

“por favor, perdón, gracias”

Busco esperanza,

mas no se cómo encontrar lo desconocido.

No hay nadie en la habitación,

solo mis errores y yo.

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