Autor

Mr Barney/ Martin M. Gómez Bustamante

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La sombra del tiempo,
en la oscuridad,
donde el pañuelo vuela,
donde el pañuelo cae.

El aire en movimiento
atravesando el cuerpo,
en la danza animal
y carnívora que somos.

Constantemente irse;
coexistir con la memoria,
irremediables mordidas de labio
que acarrean indeseadas decisiones.

El respeto,
cabalgar en dirección al río,
en dirección al sol,
en laberintos nocturnos.

El odio,
el amor,
nacer para la victoria,
morir en el silencio.

Querer, deber,
beber, hacer.
El sentido es sentir,
hacerlo es vivir.

Pertenecemos a lo fantástico de la existencia.

Hay algo en tu entreceja cuando te pones así. Los detallistas son detallistas en todo, no lo olvides; y la historia que lleva nuestra sangre, en silenciosos momentos se hace respetar.
Tu desnudo, suave, terso, temperado, tus ojos; amo cuando te enojas, porque lo niegas y me divierte, lo siento pues.

Aún así, sé que quieres seguir,

yo también

quiero que seamos uno,

libérame de mí.

Eres y seré,

por los siglos de los siglos,

carbono y tinta,

luz y obscuridad.

Mentira y verdad,

un niño vestido de hombre,

desenlace e historia,

luz y obscuridad.

Quietud y movimiento,

eternidad y olvido,

contienda y victoria,

luz y obscuridad.

Camino hacia la cordura,

pensamiento y acción,

tiempo y sangre,

eres y seré.

Ser es estar,

desintegrar, fragmentar,

destruir, transmutar,

como el fuego.

Y el cuerpo yace,

como un mapa,

como un templo,

como un lienzo,

como un campo de batalla,

como un parque de atracciones,

como una historia,

como la vida.

Las aves cantan, vuelan libres,

los peces respiran bajo el agua;

el hombre va,

en su organizada existencia,

tiempo lógicamente destinado,

a trabajar para conseguir dinero,

pagar sus impuestos,

poder mantenerse y a sus queridos.

Las aves cantan, vuelan libres,

los peces respiran bajo el agua,

y el hombre apaga el cigarrillo,

haciendo ese sonido que hace el fuego al extinguirse.

En los oscuros pasillos

de tus ojos entrecerrados.

En cómo se retuerce la lengua

al pronunciar “remordimiento”.

En condiciones e hipótesis,

en cortos y vacíos

pero simbólicos pasos;

en la textura de las palabras.

En la clave de fa,

en la adolescencia perdida,

en el amor ninguneado,

en la mirada sin sexo.

En interminables malas decisiones,

en las flatulencias,

en las equivocaciones,

en el mareo huérfano.

En las cenizas en la ropa,

en la fortaleza faltante,

en la inocencia robada en los autos,

en la inseguridad.

En esa esquina

donde la luz comienza a ocultarse,

donde termina el centro

y aparece el límite.

En la humedad,

en el espejismo de la felicidad,

en el fuego,

en la música.

En el escenario

en los aplausos,

en el aire,

está el refugio.

De la vida se escapa viviendo.

Cometer errores no habilita
a futuras equivocaciones,
sin importar el peso
de su desmoralizante reconocimiento.

Darlo todo
es quedarse sin nada;
solo aire y la verdad:
estamos vivos.

No tenemos historias de amor,
somos la historia
del mismo amor
que creo esta existencia.

Al mirar a los ojos,
en cada “te quiero”,
“te amo”, “te extraño”,
está la historia del amor;
no la escribimos,
se escribe a través de nosotros.
Y no es tu ego, no eres tú,
es una energía incomprensible,
es la unión innegable y universal de lo vivo,
más allá del cosmos, del inimaginable total;

es una única verdad
y es el amor quien la expresa.

Lo que sentimos es real,
no necesariamente la realidad;
así como la realidad
puede no ser real.

Es un mundo de maravillas infinitas
y absoluta decadencia,
hipocresía, dolor,
alegría, pasión,
hay una imparable motivación.

Bajo cada fría, gris, prometedora mañana,
hay una pared que transpirando nos detiene;
reclama amor y justicia:

Haz lo que quieras,
hazte cargo de lo que quieras,
hazte cargo de ti mismo,
¡Joder!
¡Que no abandones tu historia!

Lo bajo que ha caído el mundo,
cuán abajo estoy,
que solo veo las piernas de las personas,
como si
hundido en el agua.
Y lo brillante…
lo brillante que puede ser la luz,
en especial cuando es poca.


Enfrenta los fantasmas con mentiras,
mostrarán su verdad,
su razón, su orgullo,
su forma, su piedad.
Pues son solo símbolos, que existen por el poder que les damos.

Quién eres,
qué eres,
por qué,
para qué,
a, ante, bajo, con, contra…,
estúpidas y sensuales preposiciones.
Pero son símbolos, que existen por el poder que les damos”.

El conocimiento es de quien escucha.
La batalla la tiene tiene quien lee.
La victoria es de quien se enfrenta a la pared.

Ama sin miedo,

ámate sin miedos,

de eso se trata esto.

Te quiero.

¡Oye tu! ¡esmirriao!

Ser viejo y pobre, debe ser lo peor.

Es cómo verás,

En estas noches os envidio tanto a ustedes

que tenéis la cabeza vacía.

Que celos me dais los que no tenéis criada,

no tenéis que preocuparos por donde os deja las cosas.

Recuerdo mi principal trauma de la infancia,

cuando nos contaron que en la Biblia dice que los ricos no iban al cielo.

Y claro, todos sabíamos que nuestros padres eran ricos;

Menos uno que otro, que tenía una beca.

Es que los de derechas tenemos asignado un lugar en el cielo,

por el simple hecho de ser de derechas”.

El fantasma del rico paseaba,

a veces lastimero,

quejándose del dolor.

De que sus noches toledanas

no son de rollo pareja o dinero,

van más allá.

Y le pregunté, inquirí,

y otras sinónimos al respecto de la interacción

con una intención positiva,

de querer ayudar, de interesarse.

Me dijo que el problema era un meta problema,

una enredadera invisible.

Que no se entendía la forma u origen del malestar;

Había algo mal y no sabía que.

«Eso es imposible» le dije.

Me recosté en el sillón;

él, con una extraña carga invisible,

y unos ojos llenos de una inocencia perversa,

se paseaba de aquí para allá,

con una camiseta militar

y sin ropa interior.

Un fantasma,

perseguido por fantasmas aún más invisibles;

Si…, se puede ser más siempre.

Más miserable,

más retorcido,

más mentiroso,

más amoroso,

más incomprendido.

El fantasma de la conveniencia,

de la miseria, de la pereza,

de la iglesia en su punto más irónico,

del amor podrido y el que se da de favor,

de sonidos raros y espíritus llenos de represión reprimida.

Y sólo quedan…,

quedamos…,

los hombres…,

desnudos en un sillón,

to’cahondos, to’colocaos,

to’ cerdos, to’ guapos,

riéndonos, hablando, o callando.

¡Como si fuéramos importantes!

¡como si fuéramos reyes!

Tocándonos,

esquivando la mirada para no encontrarnos.

“Era el peaje a pagar

Por ese hermoso lugar.

Parece mentira mas no lo es,

Es que tronco es la polla,

Creedme que es la caña,

Es lo mejor que vais a encontrar,

En la pintoresca Malasaña;

Si se puede aquí arde Troya,

De Goya a las montañas,

Pasando las sierras de Soto.

Eso sí, si sacan fotos,

Que no se vean las caras,

Porque pasaran cosas raras,

Y bastante, bastante guarras.«

Os puedo asegurar,

que no es por el cebollón,

pero en toda su soledad,

y peculiar concepto del amor,

se veía tan extrañamente bonito,

una obra de arte definitivamente.

A veces tan agrio,

pero siempre tan dulce.

Solo quería hacer feliz a sus niños,

y verles en gallumbos o tocarles claro está.

Dios, gracias por hacerme como soy,

aún puedo oír las odas, cantos y alabanzas;

que se oyen en los pasillos de las saunas,

en las guarrománticas noches castizas,

que dicen:

«Poesía eres tú,

no es que tenga una razón para quererte,

es que las tengo a todas»

– No conocía la soledad hasta que te conocí, y empece a vivir contigo. Sin embargo, te has ganado mi afecto, y creo fuertemente que te quiero.

– Y lo bien que haces, demuestras tu inteligencia y buen gusto.- dijo el fantasma, que ya no lo parecía; fue cuando entendí, que me había convertido en uno más.

El vacío reclama su lugar,

la nada exige en silencio ser,

seduciendo,

para arrastrar bruscamente

a sus endulzados labios,

oscuro néctar del olvido.

Era nada,

pensar le hizo algo,

decir le hizo alguien,

hacer le hizo ser.

Caminaba con los puños apretados,

la boca abierta,

mirada perdida

y el honor por el suelo.

No podía tener palabras,

se desarmaban en sus manos,

en su cabeza, sus labios;

Como mensajes impronunciables

o pensamientos que se desintegran.

Quería pronunciar lo no verbal,

descifrar y traducir el instinto,

explicar lo no entendido,

la información en el silencio.

Es que se había mirado

tocando otras pieles,

que sabiendo la verdad reprochaban:

“humano estúpido,

¡hombre tenías que ser!”

Entonces fue el malo porque no quiso,

es el malo, porque no quiere.

Esa no era la piel

donde estaba el mensaje buscado,

incomprendido,

invaluable, codificado,

celestial, delicioso;

le generaba memorias

y deseos que eran uno.

Sabía que existía,

ese rayo de luz,

canto de ave nocturna,

bañando en su proyección cálida

absurdos pensamientos.

No puedo creer que era,

no puedo creer que soy,

no puedo creer que no puedo no querer,

mi carne cerca de la tuya.

Fruto celestial de la tierra,

en la impureza esta lo divino

Estamos tan lejos

y tan cerca…

Ahora no me gusto,

mi piel sin tu piel no me gusta,

¡y entonces no me gusto!

¡y no es justo!

Por qué será, que a los ojos les gusta tanto llorar en los metros.

Esto no podrá conmigo, mi existencia es más fuerte que el ibuprofeno”

Coloquios báratricos (1ra parte)

Mientras ocurre esto que a veces se asemeja al tiempo, como una serie de hechos consecuentes, el infierno se desarrolla frente y alrededor nuestro. No importa no se vea o sienta, existe la agonía, y es un dolor intenso, constante. Tal es la incesante persistencia de dicho dolor, que da igual vivir o no hacerlo…; es que duele tanto, y a la vez no hay nada. No evocamos la muerte, pero silenciosamente desesperados le dejamos la puerta abierta; con una actitud indiferente.

Así se está en el inframundo, rodeado de ignorancia, envuelto en infinita oscuridad. Allí estuvieron y están; siempre presentes; el inolvidable terror y miedo… . Admito el miedo aquí es moneda corriente y uno llega a acostumbrarse tanto al mismo, que termina apreciando y agradeciendo a quien le produce ese estímulo. Se disfruta tanto eso símil a un latir, que causa desentendimiento y atemporalidad. Esa gota de sudor frío cayendo al lado de nuestro machacado cerebro, que agobiado por tanta información repentina, baraja entre desdichadas y mortíferas posibilidades…

«¿Que es lo peor que podría pasar? ¡¿que es lo peor que podría pasar?!» Dicen los nuevos, en un tonto intento de no perder lo que ya habían perdido en vida. Parecieran no entender dónde están aún.

Aquí, el miedo siempre cumple su promesa, y no estoy jodiendo; a lo que le temas estará en cada despertar, esquina y pensamiento, tatuado en tus párpados, y multiplicado lo verás en tus ojos y reflejos. Como es de predecir, en consecuencia de enfrentar los propios miedos a cada segundo, se cae en cuenta que están basados en el dolor o la muerte; y pues hijo mío, que puede esperar uno en este lugar. En estos pagos, puedes enamorar a alguien así, sabiendo manipular esa adrenalina tan sabrosa que no parece tener sentido…, me recuerda a cuando mi corazón latía.

Los árabes dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, si no por la huella que dejan; quedas advertido entonces:

Cuando leas esto, si por casualidad te parece oír esa voz con la que uno se lee; no mires en esa dirección. Esto es como la historia de la locura, de la del guía del novísimo Isaias; solo basta una mirada para no olvidar. Si te parece ver imágenes extrañas, peces muertos caminando, o susurros animales demandantes, condescendientes o conspiranóicos; solo sigue leyendo, no pares de leer o escribir. No veas en dirección a la voz, no levantes la cabeza; continuar hasta el final es la única salida y manera, de olvidar estas excecrables, enigmáticas pero solidarias palabras.

El infierno no es algo que puedas llegarte a imaginar, porque siempre sera peor… Y tan solo un vistazo, basta para sentirlo una temporada…, que digo temporada, ¡si esto parece una vida!

Como me gusto cuando estoy inspirado, si pudiera, fumando me comería el morro.

Sírvete un vaso de cualquier cosa, prende un cigarrillo de lo que sea, y quedate tranquilo guapetón; que te aseguro no hay mejor sitio para ver esta película, ni lugar dónde escapar.

Frecuentaba búsquedas,

varias,

que eran la misma.

“No me dejes,

atiéndeme, vamos,

consigamos amor,

salud, dinero

y el resto es cantar.”

Solía sembrar seguras alegrías,

mas entonces su cosecha

se había vuelto un misterio.

Confiaba en hacer lo mejor posible,

pero una parte solía decirle:
“no es suficiente”.

Los girasoles eran muñecos rotos,

los jazmines olían a huevo podrido,

las margaritas lloraban tanto

que no podían decir que les pasaba

y nunca se había visto claveles tan enojados.

No tenía tiempo,

no había tiempo,

empezaba a pensar que el tiempo,

no era lo que creía

y menos lo que decía.

Lo único que sabía,

era que seguir debía,

que patética fantasía,

Sublime y descompuesto engaño,

caminar ciego hasta el final.

A veces abrir los ojos le era una trampa.

Reconoció el amor al decir que no,

reconoció el amor al no hacerlo.

Idiota infeliz,

dudaba entre sabiduría o felicidad,

no servía para esos juegos.

Solo quería le abracen,

sin romper nada de por medio

y le digan que todo estaría bien,

porque claramente no lo estaba.

Es que él se había ido para no volver,

entonces los miércoles eran lunes,

los martes sábados,

los viernes jueves

y los domingos no existían.

Los días se extinguían,

rompecabezas mal dibujados,

piezas incoherentes de mejores épocas.

No dejaban ver las luces alrededor,

sonrisas, posibilidades.

Esa llama se había apagado,

no confiaba, elegía no tener fe,

la vida era más vivible

y le era incofundible,

el sentimiento de falta.

Faltaba algo, faltaba algo…

“¡No me deje patética fantaía!

Dejeme arreglarle el cuello de la camia,

que no e patética, olo confua,

diferente y cuetionable.”

Había una letra faltante,

una carta extraviada,

un color desteñido,

un olor desconocido,

una ilógica inconclusa,

una realidad obtusa.

Juegos mentales,

televisores repitiendo el mismo programa,

una y otra vez,

Había decidido no mirar atrás,

por Orfeo ¡que desdicha!

Sin embargo fue su dicha

quien le mostró su verdad.

Reía llorando,

sabía,

dolía con razón.

No volvería atrás,

no volvería adelante.

No podía,

no sería,

y es que ya no era él,

era ella,

el arcano faltante.

V – El misterio del miserable

Los instrumentos tienen memoria, cuentan maravillosas historias, delatan impostores.

¿Y de que se trata todo esto? ¿Que pasa? ¿Que pasó? Pasaba eso, lo que pasa, el tiempo, frente a él, lo veía irremediablemente extinguirse. No podía notar ni entender que él debía ser la extinción del mismo, el tiempo en sí; eso era vivir, no ver la vida. Pero los sonidos le atormentaban, hacía meses no conocía silencio alguno, las respuestas que parecía encontrar solo le confundían más.

En algún momento había cruzado para encontrarse en el otro lado, convirtiéndose en espectador, imaginando posibilidades, entretenido y enojado con pensamientos que le hacían dudar de lo real y la voluntad. Era la audiencia de su propio espectáculo, no comprendía que él debía ser el espectáculo, el acontecimiento. Dividido, veía lo real, lo que nos afecta, desde otro lado; se fragmentaba en susurros ajenos, fantasmas, probabilidades abstractas, fantasías, y rara vez en un pasajero e iracundo deseo de fuego y destrucción. Se había salido del tiempo, como serie de acontecimientos que nos afectan directa o indirectamente, lo que le había llevado al otro lado del espejo.

Creía que había seres persiguiéndole, mas eran su locura y él quienes le acechaban desde la vereda de en frente. No se conocía, no era nada de lo que creía o quería ser; la costumbre del fracaso y el error le perseguían como un estandarte fantasmal.

Sentía que se le ofrecía lo invaluable, mas lo rechazaba al percibirlo pasajero. No le era suficiente con ver el brillo, el resplandor único, sentir el aroma más delicioso si le sería arrebatado; si no podría saborearlo, ¿para que olerlo? ¿para que saber el fin utópico y luego sufrir su pérdida? ¿De que le servían los sueños si no podían ser reales? ¿De que le servía la vida si no podía vivirla?

Un hermoso concierto de cuerdas frotadas sonaba, notaba que nadie más parecía oírlo. Esa clase de acontecimientos le eran una delicia de tormento, pues no sabía como reproducirlo a los demás, solo podía disfrutarlo en su condenada soledad. Cualquiera hubiera dicho que buscaba perdón, redención, pero solo necesitaba entendimiento, y caricias.

Su consuelo era no tenerlo.

Haría cualquier cosa por tí, prometo protegerte y cuidarte por siempre”, se decía ya que era todo lo que tenía, y no permitiría nada malo le pase otra vez. Necesitaba alejarse de ciertos lugares y personas, por el bien de todos, todo le parecía una trampa, lo presentía; aunque ya no estaba seguro de poder confiar ni en sus pensamientos.

Le parecían absurdos los juegos, sentía su destino perder y sonreír; era un trabajo duro pero alguien tenía que hacerlo, reivindicar el optimismo, contagiarlo desde el pantano más maloliente con una sonrisa. Solo lo quedaba eso, su terca, persistente, indomable, brillante y desdentada sonrisa. Le sorprendía la resistencia de la misma, la admiraba, como si fuera un ser independiente, parecía tener vida propia y gritar “aquí estoy”. Había sentido poder, miseria, engaño, traición, había robado, hecho daño por ignorante, equivocado; y ella seguía allí, recordándole que debía continuar.

La verdad, al igual que los cambios que genera, es algo inevitable e irreversible; una hermosa tragedia.

¿Y quien sabrá más del miedo, un niño o un adulto?
– Ay, pero es que, ¿de dónde sacas tu inspiración?
– De pasarla mal Vanesa, dame otro vermouth.

2nda parte: Del querer como deporte de riesgo

¿Control de daño? ¿reducción de riesgos?

El problema de quererle,

era que le provocaba terror

tan solo el imaginario de su traición.

Su engaño, engañarle, sería devastador.

Entonces en el humo entre los besos,

sintió latir una traición,

en espectros de toxinas

y su justa conjunción.

Vivía siendo preso,

de ideales falsos,

lo que no existe

pero sí persiste.

Susurros por lo bajo,

decir sin intención,

epitafios tallados

en representación

de alguien que se fue.

No volverá a bailar,

a escalar árboles,

a sentir el olor a la tierra mojada de noche,

de día, notar la diferencia.

“No te mates, no te mueras,

no te tires, no te muerdas.

Ni por tí, ni por mí.”

La vida afectiva,

es una estructura generativa.

Cabalgamos al agua,

intentamos domar al viento.

Lo hacían en verdad,

y no solo lo hacían,

lo hacían mucho,

de maneras incomprensibles;

se querían.

Por eso es que sentían

el dolor de la confianza,

esa cicatriz de andanza,

que habla de la matanza,

de aquello que apreciamos.

«Lo peor ¿que sería?

¿Que es lo que peor sería?»

Lo que más deseaba

es lo que peor sería:

volver, mas no hay marcha atrás.

No pedía porque no daba,

no daba para pedir;

sabía que hablar sin decir,

era fingir, mentir.

Y de que sirve el mundo sin el alma,

Y de que sirve el mundo, si en el pierdes el alma.

«Lo peor que sería,

¿Qué es lo que peor sería?!

¿Qué es lo que mejor sería?

¿Que debo elegir?»

Estaban tan lejos de lo que eran,

y tan cerca de lo que serían.

Juntos creaban conocimientos,

fusionaban energías,

jugaban a ser,

entregándose incontrolablemente sin salida.

Dicen que el control es una ilusión,

aunque las hay incontrolables.

Empezaron terminando,

siempre tuvieron todo,

nunca tuvieron nada nada,

pero siempre tuvieron todo.

No se trataba de él,

no se se trataba de ninguno,

si no de ellos,

que nunca tuvieron nada,

y siempre tuvieron todo.

Ahora que no estaban juntos,

era momento de seguir adelante.

3ra parte19 de Diciembre (fragmentos)

La solitud se veía muy sola,

sin el humo que la acompañase,

madrugada fría, tosuda,

gloriosa y sepulcral.

La niebla, presagio,

destino difuso,

encontrarse uno mismo,

en una vertiginosa realidad.

Si, lo quiso,

sí, lo quería,

sí se querían,

y le gustaba que se tocaran las piernas de esa manera.

Cambiaron la manera de despedirse,

Fragil y descarada realidad.

Había sido la última vez.

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