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Mr Barney/ Martin M. Gómez Bustamante

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El esperanzador cantar de las aves,

el suave rugido de las olas,

el insomne susurrar del viento,

el motivador chispear del fuego.

Barre lo de afuera,

exorciza lo de adentro,

muestra la verdad,

donde yace la humanidad.

Donde está esa voz interna,

que recita los pensamientos,

las alegrías y los lamentos,

planes, sentimientos.

Esa voz debe ser mas alta,

que las fantasías destructoras,

No hay nada que perder,

solo la victoria de las horas.

Pensar lo que quieres pensar,

decir lo que quieres decir,

hacer lo que quieras hacer.

solo se gana ser uno mismo.

El miedo a la libertad,

a las fantasías que creamos,

para no ver la realidad,

de lo que en verdad amamos.

Lo que no te haces a ti mismo,

tampoco se lo hagas a los demás.

Errores masoquistas,

culpables, dolorosos.

Entender el instinto,

Serlo,

creer en él

y pensarlo.

Oigo las puertas abrirse,

las pisadas en el techo,

retumban en mi pecho,

que siente morirse.

Sí, lo hice,

creí ver la salida,

y era una caída.

Ahora otra vez, al punto de partida.

El corazón palpita,

incansable, emocionado,

con el fin último de parar

sin dejar nada.

¡Oh código desconocido del sueño eterno!

En un estado moribundo

ví en lo que creía sus brazos

dibujos de trazos blancos

sobre el azul de un mar profundo.

Mensajes en diferentes formas,

amaneceres violáceos, alquímicos.

La muerte y la vida nos reclama,

Vivir nos exige cambiar

vivir nos exige necesitar.

Cuestiona la funcionalidad

enfrentala con cabeza y corazón.

Hay piedad si hay humanidad,

¡Oh magia,expresiva y visceral!

real y sublime belleza,

ser en la ausencia de dudas.

Escucha tu voz

sobre todas las otras;

porque ella morira contigo,

mientras las otras irán o no a tu funeral.

Se tú,

no varios en la duda,

en esa armonía helénica

que los vivos ejecutamos naturalmente.

Deformar lo puro,

es cubrirse de tiempo perdido,

imposibilitando oirse,

olvidando, perdiéndose.

Es menester escucharse,

para ser felices,

lo mejor que podemos ser,

nuestra mejor versión.

Venga ‘mijo,

¡¿que cosa pasa?!

Arriba ese animo,

quiérete un poquito.

Entonces eran dos viajeros,
uno inspiraba calor, ternura,
el otro pasión, aventura;
y el dolor me preguntó
«¿cual de los dos dulzura?».

Respondí al dolor «no importa lo que hagas, nunca te admiraré»

Y no me olvido del que veo sin ver,
pues si pudiera elegir, como tú querría ser.
Creador de atmósferas y vientos…

Cuando cierras los ojos, frunciendo el seño, cominezas a transpirar, con tus manos rompes el silencio; y se puede ver que en realidad adoras hacerlo, en ese sentimiento de querer contar, inventar, o a veces preguntar, sugerir.
Tal vez algún día aprenda a hacerle el amor a la música, y los gemidos serán tan fuertes que romperán el silencio en un instante de gloria eterna.

Lucharé fielmente a mi causa, no me deterndré ni un día hasta encontrar tu secreto, música…

Y si el aire fuese música, fuese notas minúsculas entrando por mis oídos, no tendría ese fervor inconciente de querer retener ciertos sonidos en mi cabeza, ciertas melodías celestiales. Puesto que siempre podría disfrutarlas, no correría desesperadamente detrás de ellas; como un loco, como un diferente, como un preso que busca sin importarle nada, la libertad…
Y cuando te persigo música, como puedo explicarte cuánto eres, NO TE VAYAS POR FAVOR, TE RUEGO NO ME DEJES, COMO PODRE VIVIR SIN TÍ, MI AMOR. Si pudieses entenderme, que me has enamorado, y que siempre te he sido ciegamente fiel… como ha sido esto posible; sin darme cuenta caí en una adicción imposible de superar, mas… no se si quiero dejar esta droga paranormal.
Dios… quien podría decirme… si estoy en el cielo… o en el infierno…

Entonces esto es verdadero,
y por de más duradero,
pues que usted me libera,
y es una emoción verdadera,
que juro que si voy,
si estoy sin tí no estoy.
¡Chan – chan!

(Noches de jazz gitano, por el 2010)

La sombra del tiempo,
en la oscuridad,
donde el pañuelo vuela,
donde el pañuelo cae.

El aire en movimiento
atravesando el cuerpo,
en la danza animal
y carnívora que somos.

Constantemente irse;
coexistir con la memoria,
irremediables mordidas de labio
que acarrean indeseadas decisiones.

El respeto,
cabalgar en dirección al río,
en dirección al sol,
en laberintos nocturnos.

El odio,
el amor,
nacer para la victoria,
morir en el silencio.

Querer, deber,
beber, hacer.
El sentido es sentir,
hacerlo es vivir.

Pertenecemos a lo fantástico de la existencia.

Hay algo en tu entreceja cuando te pones así. Los detallistas son detallistas en todo, no lo olvides; y la historia que lleva nuestra sangre, en silenciosos momentos se hace respetar.
Tu desnudo, suave, terso, temperado, tus ojos; amo cuando te enojas, porque lo niegas y me divierte, lo siento pues.

Aún así, sé que quieres seguir,

yo también

quiero que seamos uno,

libérame de mí.

Eres y seré,

por los siglos de los siglos,

carbono y tinta,

luz y obscuridad.

Mentira y verdad,

un niño vestido de hombre,

desenlace e historia,

luz y obscuridad.

Quietud y movimiento,

eternidad y olvido,

contienda y victoria,

luz y obscuridad.

Camino hacia la cordura,

pensamiento y acción,

tiempo y sangre,

eres y seré.

Ser es estar,

desintegrar, fragmentar,

destruir, transmutar,

como el fuego.

Y el cuerpo yace,

como un mapa,

como un templo,

como un lienzo,

como un campo de batalla,

como un parque de atracciones,

como una historia,

como la vida.

Las aves cantan, vuelan libres,

los peces respiran bajo el agua;

el hombre va,

en su organizada existencia,

tiempo lógicamente destinado,

a trabajar para conseguir dinero,

pagar sus impuestos,

poder mantenerse y a sus queridos.

Las aves cantan, vuelan libres,

los peces respiran bajo el agua,

y el hombre apaga el cigarrillo,

haciendo ese sonido que hace el fuego al extinguirse.

En los oscuros pasillos

de tus ojos entrecerrados.

En cómo se retuerce la lengua

al pronunciar “remordimiento”.

En condiciones e hipótesis,

en cortos y vacíos

pero simbólicos pasos;

en la textura de las palabras.

En la clave de fa,

en la adolescencia perdida,

en el amor ninguneado,

en la mirada sin sexo.

En interminables malas decisiones,

en las flatulencias,

en las equivocaciones,

en el mareo huérfano.

En las cenizas en la ropa,

en la fortaleza faltante,

en la inocencia robada en los autos,

en la inseguridad.

En esa esquina

donde la luz comienza a ocultarse,

donde termina el centro

y aparece el límite.

En la humedad,

en el espejismo de la felicidad,

en el fuego,

en la música.

En el escenario

en los aplausos,

en el aire,

está el refugio.

De la vida se escapa viviendo.

Cometer errores no habilita
a futuras equivocaciones,
sin importar el peso
de su desmoralizante reconocimiento.

Darlo todo
es quedarse sin nada;
solo aire y la verdad:
estamos vivos.

No tenemos historias de amor,
somos la historia
del mismo amor
que creo esta existencia.

Al mirar a los ojos,
en cada “te quiero”,
“te amo”, “te extraño”,
está la historia del amor;
no la escribimos,
se escribe a través de nosotros.
Y no es tu ego, no eres tú,
es una energía incomprensible,
es la unión innegable y universal de lo vivo,
más allá del cosmos, del inimaginable total;

es una única verdad
y es el amor quien la expresa.

Lo que sentimos es real,
no necesariamente la realidad;
así como la realidad
puede no ser real.

Es un mundo de maravillas infinitas
y absoluta decadencia,
hipocresía, dolor,
alegría, pasión,
hay una imparable motivación.

Bajo cada fría, gris, prometedora mañana,
hay una pared que transpirando nos detiene;
reclama amor y justicia:

Haz lo que quieras,
hazte cargo de lo que quieras,
hazte cargo de ti mismo,
¡Joder!
¡Que no abandones tu historia!

Lo bajo que ha caído el mundo,
cuán abajo estoy,
que solo veo las piernas de las personas,
como si
hundido en el agua.
Y lo brillante…
lo brillante que puede ser la luz,
en especial cuando es poca.


Enfrenta los fantasmas con mentiras,
mostrarán su verdad,
su razón, su orgullo,
su forma, su piedad.
Pues son solo símbolos, que existen por el poder que les damos.

Quién eres,
qué eres,
por qué,
para qué,
a, ante, bajo, con, contra…,
estúpidas y sensuales preposiciones.
Pero son símbolos, que existen por el poder que les damos”.

El conocimiento es de quien escucha.
La batalla la tiene tiene quien lee.
La victoria es de quien se enfrenta a la pared.

Ama sin miedo,

ámate sin miedos,

de eso se trata esto.

Te quiero.

El vacío reclama su lugar,

la nada exige en silencio ser,

seduciendo,

para arrastrar bruscamente

a sus endulzados labios,

oscuro néctar del olvido.

Era nada,

pensar le hizo algo,

decir le hizo alguien,

hacer le hizo ser.

Caminaba con los puños apretados,

la boca abierta,

mirada perdida

y el honor por el suelo.

No podía tener palabras,

se desarmaban en sus manos,

en su cabeza, sus labios;

Como mensajes impronunciables

o pensamientos que se desintegran.

Quería pronunciar lo no verbal,

descifrar y traducir el instinto,

explicar lo no entendido,

la información en el silencio.

Es que se había mirado

tocando otras pieles,

que sabiendo la verdad reprochaban:

“humano estúpido,

¡hombre tenías que ser!”

Entonces fue el malo porque no quiso,

es el malo, porque no quiere.

Esa no era la piel

donde estaba el mensaje buscado,

incomprendido,

invaluable, codificado,

celestial, delicioso;

le generaba memorias

y deseos que eran uno.

Sabía que existía,

ese rayo de luz,

canto de ave nocturna,

bañando en su proyección cálida

absurdos pensamientos.

No puedo creer que era,

no puedo creer que soy,

no puedo creer que no puedo no querer,

mi carne cerca de la tuya.

Fruto celestial de la tierra,

en la impureza esta lo divino

Estamos tan lejos

y tan cerca…

Ahora no me gusto,

mi piel sin tu piel no me gusta,

¡y entonces no me gusto!

¡y no es justo!

Por qué será, que a los ojos les gusta tanto llorar en los metros.

Esto no podrá conmigo, mi existencia es más fuerte que el ibuprofeno”

Coloquios báratricos (1ra parte)

Mientras ocurre esto que a veces se asemeja al tiempo, como una serie de hechos consecuentes, el infierno se desarrolla frente y alrededor nuestro. No importa no se vea o sienta, existe la agonía, y es un dolor intenso, constante. Tal es la incesante persistencia de dicho dolor, que da igual vivir o no hacerlo…; es que duele tanto, y a la vez no hay nada. No evocamos la muerte, pero silenciosamente desesperados le dejamos la puerta abierta; con una actitud indiferente.

Así se está en el inframundo, rodeado de ignorancia, envuelto en infinita oscuridad. Allí estuvieron y están; siempre presentes; el inolvidable terror y miedo… . Admito el miedo aquí es moneda corriente y uno llega a acostumbrarse tanto al mismo, que termina apreciando y agradeciendo a quien le produce ese estímulo. Se disfruta tanto eso símil a un latir, que causa desentendimiento y atemporalidad. Esa gota de sudor frío cayendo al lado de nuestro machacado cerebro, que agobiado por tanta información repentina, baraja entre desdichadas y mortíferas posibilidades…

«¿Que es lo peor que podría pasar? ¡¿que es lo peor que podría pasar?!» Dicen los nuevos, en un tonto intento de no perder lo que ya habían perdido en vida. Parecieran no entender dónde están aún.

Aquí, el miedo siempre cumple su promesa, y no estoy jodiendo; a lo que le temas estará en cada despertar, esquina y pensamiento, tatuado en tus párpados, y multiplicado lo verás en tus ojos y reflejos. Como es de predecir, en consecuencia de enfrentar los propios miedos a cada segundo, se cae en cuenta que están basados en el dolor o la muerte; y pues hijo mío, que puede esperar uno en este lugar. En estos pagos, puedes enamorar a alguien así, sabiendo manipular esa adrenalina tan sabrosa que no parece tener sentido…, me recuerda a cuando mi corazón latía.

Los árabes dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, si no por la huella que dejan; quedas advertido entonces:

Cuando leas esto, si por casualidad te parece oír esa voz con la que uno se lee; no mires en esa dirección. Esto es como la historia de la locura, de la del guía del novísimo Isaias; solo basta una mirada para no olvidar. Si te parece ver imágenes extrañas, peces muertos caminando, o susurros animales demandantes, condescendientes o conspiranóicos; solo sigue leyendo, no pares de leer o escribir. No veas en dirección a la voz, no levantes la cabeza; continuar hasta el final es la única salida y manera, de olvidar estas excecrables, enigmáticas pero solidarias palabras.

El infierno no es algo que puedas llegarte a imaginar, porque siempre sera peor… Y tan solo un vistazo, basta para sentirlo una temporada…, que digo temporada, ¡si esto parece una vida!

Como me gusto cuando estoy inspirado, si pudiera, fumando me comería el morro.

Sírvete un vaso de cualquier cosa, prende un cigarrillo de lo que sea, y quedate tranquilo guapetón; que te aseguro no hay mejor sitio para ver esta película, ni lugar dónde escapar.

Frecuentaba búsquedas,

varias,

que eran la misma.

“No me dejes,

atiéndeme, vamos,

consigamos amor,

salud, dinero

y el resto es cantar.”

Solía sembrar seguras alegrías,

mas entonces su cosecha

se había vuelto un misterio.

Confiaba en hacer lo mejor posible,

pero una parte solía decirle:
“no es suficiente”.

Los girasoles eran muñecos rotos,

los jazmines olían a huevo podrido,

las margaritas lloraban tanto

que no podían decir que les pasaba

y nunca se había visto claveles tan enojados.

No tenía tiempo,

no había tiempo,

empezaba a pensar que el tiempo,

no era lo que creía

y menos lo que decía.

Lo único que sabía,

era que seguir debía,

que patética fantasía,

Sublime y descompuesto engaño,

caminar ciego hasta el final.

A veces abrir los ojos le era una trampa.

Reconoció el amor al decir que no,

reconoció el amor al no hacerlo.

Idiota infeliz,

dudaba entre sabiduría o felicidad,

no servía para esos juegos.

Solo quería le abracen,

sin romper nada de por medio

y le digan que todo estaría bien,

porque claramente no lo estaba.

Es que él se había ido para no volver,

entonces los miércoles eran lunes,

los martes sábados,

los viernes jueves

y los domingos no existían.

Los días se extinguían,

rompecabezas mal dibujados,

piezas incoherentes de mejores épocas.

No dejaban ver las luces alrededor,

sonrisas, posibilidades.

Esa llama se había apagado,

no confiaba, elegía no tener fe,

la vida era más vivible

y le era incofundible,

el sentimiento de falta.

Faltaba algo, faltaba algo…

“¡No me deje patética fantaía!

Dejeme arreglarle el cuello de la camia,

que no e patética, olo confua,

diferente y cuetionable.”

Había una letra faltante,

una carta extraviada,

un color desteñido,

un olor desconocido,

una ilógica inconclusa,

una realidad obtusa.

Juegos mentales,

televisores repitiendo el mismo programa,

una y otra vez,

Había decidido no mirar atrás,

por Orfeo ¡que desdicha!

Sin embargo fue su dicha

quien le mostró su verdad.

Reía llorando,

sabía,

dolía con razón.

No volvería atrás,

no volvería adelante.

No podía,

no sería,

y es que ya no era él,

era ella,

el arcano faltante.

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