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Mr Barney/ Martin M. Gómez Bustamante

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«La metamorfosis de la pérdida«

Visualizo mi destino, en su metamorfosis no veo un desenlace, solo hay cenizas y ausencia de oxígeno….

Bueno, eso y una carta de la comunidad de vecinos que acaba de llegar:

» Vecino # 64 38 56 \ 3:

Lea atenta y detalladamente, no sea ansioso:

No va a volver,

no va a volver.

Puede ocultarse donde sea,

en olores, en cementos,

en papeles y argumentos.

Puede caminar con las manos,

esconder algoritmos dentro,

cuestionar explicaciones,

inventar dioses o un averno,

imaginar debates con deidades encargadas

de tejer el tiempo y destino,

las alegrías, las desgracias.

Nornas, Moiras,

Laksmi, Laima.

Puedes beber hasta morir.

Y aunque no respire, sabe le ama,

pero eso no le hará

levantarse de su cama.

Eso y de que…,

ya sabe.

Que no va a volver.

Sabe de quien hablo;

esa vida única e irrepetible

que quiere que vuelva.

A quien ama,

a quien la bondad de la vida dió

e inentendiblemente quitó.

Es Irreversible.

No va a volver.

Y no, no es invisible.

Duele decir esa palabra sin eco,

que resuena en un silencio seco.

Sin dolor, sin léxico,

sin futuro.

Un vacío que esta vacío.

Nunca jamás.

Para siempre,

por siempre.

Créame que lo siento,

pero nunca va a volver.

Su escencia se extraña,

Amarle se extraña,

aunque amar es para siempre

y tambien lo es por siempre.

Pero hacerlo no es suficiente,

tampoco es consciente,

sí lo mejor a hacer.

Aunque nada parecerá

suficiente de ahora en más.

Puedes hartarte de intentar

olvidar con mentiras la verdad.

Da igual…

Todo da igual…

Porque nunca volvera,

No importa también lo quiera,

no importa todo el munda lo quiera.

¿Sabes por qué?

No es porque no va a volver,

es porque querer,

amar;

no es suficiente.»

Epílogo

Lo que tiene de malo la verdad, es que no se le puede cambiar nada.
Mis ojos van a la fecha de vencimiento del impuesto, es a 9 días de la fecha, Otro impuesto a la vida, otro monto para vivir, aranceles para la paz ¿de dónde saldrá el dinero esta vez? Quisiera tan solo, tan solo poder recostarme, y morir.

Entonces recuerdo lo cierto, ya pasó mi turno en la vida, soy un fantasma; no morimos ni pagamos impuestos, la desdicha de ver la vida y no poder vivirla es suficiente pago.

Es que de vivo la gente ya me miraba con miedo, entonces estoy acostumbrado. Lol.

«Perfectamente imperfecto»

Hay un hombre con pijama de niño sentado en un halo de luz en medio de la oscuridad, tiene los ojos vendados. Trova:

El narrador

en algún momento

dejara de serlo,

para convertirse en la historia.

No tengo nombre,

entonces no puedes llamarme,

recordarme ni olvidarme;

porque soy el malestar social,

la desconfianza,

la cicatriz indeleble.

Soy el que vio el semblante

del ángel al caer.

La incuestionable soledad,

la silenciosa condena

en la comodidad de la mentira.

Soy el robo sigiloso,

asumido,

injusto, público.

Soy un monumento a la sangre,

el dolor común,

el rechazo, lo equívoco.

Soy un final desconocido,

yo soy quien dejará de ser.

Lo mejor de lo peor,

la belleza de la mísera realidad,

la inútil y resignada ira

causada por el engaño cotidiano.

Soy las voces en mi cabeza,

en la tuya,

y las de de afuera.

Soy lo anti natural,

la marea en contra,

lo que quería y no debía ser,

en una infinita quietud de nada.

Soy el silencio eterno,

el sonido necesario,

el mal olor,

el mal gusto.

Soy la más hermosa de las plantas,

y la más fiera de las bestias.*

Soy la increíble, terrible,

inverosímil y hermosa verdad.

Eso sí,

hay alguien que cree que tenemos algo en común,

hay algo que tenemos en común.

(Se quita la venda de los ojos)

Tambien soy un humano,

nací y moriré.

Sin saber lo que es la libertad,

sueño todos los días con ella.

Y sin saber a que le temo tanto,

fantaseo con el día,

en el que no tenga más miedo.

* Referencia al canto de Amergin, del cuento
«Como le fue puesto el nombre a Irlanda» por Lady Gregory

Los cabellos sueltos que encontraba en la ropa hacían parecer al pasado eterno, moneda corriente, cotidiano. Como una anciana sin vida propia que todas las semanas va a la peluquería a hablar de los demás; como el hombre de hojalata y su corazón inalcanzable, como un recuerdo que le teme al olvido.

La única manera que encontré de elegir un camino entonces, fue caminando. En los campos veía eternidad, me representaban lo que habían sido, era y siempre sería. El impresionismo de los astros, lo barroco en las praderas; el reflejo puro de las formas como libro que envuelve la única realidad abstracta de las emociones. En un mismo espacio, somos diferentes personas con las cuales compartimos las consecuencias de nuestras acciones y decisiones.

En los cuadros recreacionistas que me mostraban los bosques con sus cielos es donde siempre creí ser; pero finalmente había notado la injuria: el pasado no está vivo pues no somos nuestro pasado, y el mismo estaba devorando mi presente. Ya no era ese poeta curioso, apasionado por la entrega al arte; me ví distante, resentido, calculador, inconscientemente inseguro y astuto, reservado, temeroso. Temía querer y decirlo, temo querer y decirlo, y por eso lo decía a to’ mundo. Ofuscado, confundido y con cierta iracunda ironía, fui a buscarme a la sombra de un pintoresco sauce que danzaba valses con el viento, haciendo un gesto con la cabeza me dije, cabreado:

– Juguemos a un juego: veamos quien esta mas enojado y quien tiene más derecho a estarlo, ¿quieres? – suspiré conteniéndome. – Veamos quien carga qué peso, como pesa nuestro peso, como afecta nuestro caminar, nuestra columna, la manera en la que cerramos las puertas, dormimos, soñamos, despertamos, como amamos, como vivimos. Veamos como es que gritamos, como susurramos frases impensadas, que solo quieren ser y salir de nuestros laberintos mentales más profundos y oscuros.

Veamos cómo reaccionamos ante el insulto, como sangramos, como despotricamos frente a los acontecimientos incontrolables del destino, frente a lo que no entendemos, frente a equívocas e insostenibles acusaciones. Veamos como invadimos la privacidad ajena, como a veces las buenas intenciones se vuelven difusas, absurdas, y empeoran las cosas.

Veamos como intentando ayudar, enloquecemos al ayudado; como intentando otorgar luz atraemos a la oscuridad y a la duda.

¿Quién tiene derecho a estar enojado? Pues todos, pero no busques la redención en otros, estarías llevando soldados a batallas que no correspondidas. Si quieres ayudar a alguien, miralo a los ojos, a la parte más brillante del fuego de los mismos y dile sinceramente «estoy contigo», continuado de un silencioso abrazo que dure más de diez segundos.

Querer es humano, equivocarse también y adivinos no somos. Entiende que la honestidad nos lleva adelante, pagando el dolor con la simpleza; y preguntate de qué sirven los secretos, y a quién se los guardas en verdad. –

Note los ojos de mi yo pasado humedecerse lentamente y derretirse como los de un perro a quien regañan. Había sido cruel, pues él aún no conocía mis aventuras, desventuras ni su claroscuro futuro; no entendía de qué hablaba, me arrepentí súbitamente de mi severidad. Entonces, lo traté como me gusta me traten, acariciando su cabello y mejilla, le hablé suavemente y de corazón.
– No, por favor…, no estés triste; nunca te dejaré en paz, pero siempre intentaré guiarte hacia ella. – Me quedé en blanco un momento, noté me costaba más de lo que creía pronunciar las siguientes palabras. – Yo te quiero, créeme. Y créeme…, que en verdad…., lo siento. –

Nos sonreímos dulcemente, y al alejarme de él, noté que hacía mucho tiempo ya era otoño. De seguro cuando recordara como era vivir, la estación finalmente cambiaría.

«En tus límites, recuerda siempre como dice la canción, <y si no les gusta, que vengan de a uno>.»

Cuando el deber era de importancia, la misma le hacía olvidarlo.

Disimulaba su impaciencia en esa anhelada madrugada de fantasía, había logrado conseguir lo preciado. Sin embargo no podía evitar sentir algo deshacerse dentro suyo, liberándose de manera aleatoria y ciertamente poética, como arena cayendo de las alas de un ave en vuelo.

Llegó su esperado encuentro, a quien tras una obligada y fría sonrisa con un gesto le indicó le siguiera. Tras una breve caminata en un silencio expectante, abrió la puerta y entraron en un salón; aunque el silencio seguía igual de expectante, no permitían que la tensión generada por el mismo les afectase. Comprendían era necesario debido a la delicadeza de la situación.

Dejó que su invitado se pusiera cómodo y despliegue sus plumajes; disfrutaba del ritual del deseo más allá de su comprensión, le volvía loco sentirse deseado. Era todo una obra, una lucha de poder, un juego en el que se medían las fuerzas del oponente mediante intenciones disfrazadas. Pero esta vez, era todo diferente, gracias a la ilusión del control.

– ¿Lo tienes? – preguntó el anfitrión con una sonrisa inescrupulosa.

– Sí, lo tengo. – respondió con altura y severidad – Tengo tiempo.

Comenzaron a mirarse fijamente, sentados en una corta distancia física, haciéndose gestos insinuantes y quitándose de a una, ciertas prendas, con una sensualidad minuciosa, profana y rítmica.

Escapaban del tiempo en el deseo hacia un presente más placentero, pero algo dentro suyo comenzaba a pesarles. El silencio se volvía poco a poco inquietante, advirtiendo el precio que estaban pagando.

El tiempo es la consecuencia de una milenaria batalla entre lo rústico y lo delicado, domesticar lo salvaje. El tiempo no espera, no tiene tiempo, va a ocurrir estemos listos o no. No pasa para bien, ni para mal, ni para nadie, es un inalterable y constante accidente; como el inconsciente instinto de supervivencia de la sangre.

Fuegos fatuos arremetían contra la inesperada llegada de la luz del amanecer, como hormigas sobre arena, como carbón sobre papel, como las pieles que se respirando susurrabasn sus nombres. El agua de los cuerpos intensificaba los sentidos, emociones y distancias modernas. Sin decirlo sabían que podrían acariciar a una flor o un animal, pero no a otro hombre más, ya no sabían que pasaría; el juego era conscientemente aparentar.

Las sombras dibujaban historias, en sus rostros veían lugares, los ojos divisaban destinos seguros y temerarios. Fue cuando toda la experiencia se transformó en un mensaje que iba más allá de las palabras, no podrían haberlo explicado; finalmente no había vuelta atrás, sus héroes eran ahora villanos.

En el entendimiento está el camino; en la honestidad, el amor; en el amor, la libertad; y en abrir los ojos, la fuerza necesaria para mantenerse de pie frente a los astros.”

La culpa parece asimilarse en el inconsciente de la consecuencia,

como si no existiera,

gracias a la constante manipulación del ego

y sus incomprendidas necesidades orgánico expansivas:

conquistar, crear vida, ser, llegar más allá del triunfo.

La consciencia se descubre y desarrolla,

haciendo lo mejor que puede,

sin que sea lo que debe.

Enterramos nuestros errores,

encadenando al presente el pasado,

amarrando a nuestras sombras sueños gigantes,

sedientos y desconocidos,

pactando una dudosamente deforme felicidad.

Si tan solo pudiera,

no perdonarlo,

no perdonarla,

no perdonarles;

perdonarme,

intentaría hacerme feliz hasta la muerte.

Dejar de suspirar en esos momentos…,

de tragar saliva inoportunamente.

Destruirme de esta inexplicable sátira,

este presente homúnculo.

Hacemos de nuestra historia un ancla,

que arrojamos en lo más profundo

y etéreo de nuestro aliento.

Mejor hagamos de ella alas,

que volando,

nos hagan libres en la verdad.

«Nunca seré feliz de esta manera»

el pensamiento resuena, hueco,

en construcciones de auras abandonadas,

con ese hedor a derroche emocional,

que evoca a la manipulación del alma.

Los días siempre pasarán,

lo no cierto se volverá verdadero,

mundos se crearan constantemente,

mientras perdemos la mirada

liberando nuestra mente.

El mal se disfrazará de bien

haciendo quedar mal al bien;

sumiso, indeciso, con su libertinaje sinuoso y precavido

gritando borracho desde un rincón.

Pero no más:

soy el último en pie;

reclamo eternamente un trono imaginario,

mientras me pierdo y encuentro.

Semblante parco,

mirada fija e impávida,

sin temblores ni dudas.

Mas si existe un Dios,

sabrá que he pensado en tu bien,

cacho e’ pobre diablo,

a la deriva en un mar de mentiras,

cloro, semen y promesas rotas.

Las trampas muestran la verdad,

a través de una lógica inversa.

La ausencia de luz,

la soledad con sus pasionales e imperativos rostros,

y los llantos ciegos y desvalidos,

esconden una razón.

¡Entonces el significado SÍ existe!

Es creado al necesitarlo,

en el momento quererlo,

al instante de pensarlo.

Tú y yo no conocemos nuestra belleza,

sin querer ni notarlo salimos

a nuestra búsqueda y encuentro.

Las palabras del viento

se pierden en el humo,

y no hay luces para verte,

o viento para bailar,

no hay calor, no hay verdad.

En la ciudad de los ángeles caídos,

la belleza se extingue a pedazos,

en platos sucios,

rompiéndose bajo un puente,

reflejando un infinito y caleidoscópico,

sólido azul oscuro.

Su eco se hace lugar a través del smog,

nos dice que vivimos arrodillados,

frente a un lienzo de proporciones desconocidas.

En la ciudad de los ángeles caídos,

las estrellas siempre se mueven,

la belleza transmuta,

y los cristales no muestran la verdad

de tus lagrimas que en silencio dicen:

«algo no está bien»

Ser persona es un trabajo de tiempo completo,

ser persona no te hace ser mejor persona.

Es tan natural,

determinante y necesario,

ese crucial y sin retorno momento

en la vida del hombre,

en el que se tiene que mandar

todo «al carajo»

o «a tomar por saco»,

que tiene un sinfín de traducciones.

Nocturnas sombras,

decoloradas por toxinas,

simbolizan danzando la miseria;

intentan atraer,

incitar a tocar ese fondo.

Todo es mentira,

como Santa Claus,

como una hamburguesa divertida;,

una hamburguesa no es divertida,

es una hamburguesa.

Insinuantes figuras

en su eterno limbo,

donde siempre se empieza

desde el principio,

de la primera vez,

pero con más historias

dolores y temblores.

Ellas parecen divertirse

mientras nos resignamos al olvido

que queremos ser,

siendo tan solo recuerdos.

No tengo nada,

simplemente memorias sueltas en papel picado….

¿me abrigarán en el frío del amanecer?

¿acallaran los gritos de los locos?

¿me guiarán en la penumbra?

Luz,

sudor,

agua… .

Finalmente,

no me toca más mañana,

me toca hoy y todos los días.

Hoy me toca mandar todo al sexto pimiento,

porque es lo mejor y mas justo para todos.

Hoy también me toca tomar un vaso de agua,

¡y ya era hora por el amor de Dios!

(Para mayor aprovechamiento del escrito, léase con acento español).

Las ganas solo nacen, aparecen,
existían, existen,


se desvanecen.
No dejan alternativa,
nada es lo que parece.

A veces quiero golpear, quemar,
destruir y follar,
asfixiar al abrazar,
fulminar.

Me desespera la falta de opciones,
lo insólito, inaudito,
fraudulento, demencial.
Diferente pero igual,
da igual si bien o mal.
Es para el bien y por el mal.

Dentro de mi hay una revuelta,
una conspiración, una huelga,
exigen equilibrar dentro y fuera.

Mi sangre huele y sabe a tinta,
el alma se enciende, el ser se unifica.
Siento mi destino escribir,
estoy hecho de palabras
que necesitan existir.

Escribo porque estoy hecho de escrituras,
hecho para escribirlas,
para escribir.

Es que quiero morir,
y escribo para resucitar;
recordar, perdonar,
y poder olvidar.

Es para beber menos,
entender y embriagarme mas.
Es buscar un orgasmo duradero,
pues el sexo no es lo que creía
ni el romance algo certero.

Escribo por la soledad y el distanciar.
porque extraño temperaturas, voces.
¡Dios, todo sea por no olvidar!

Escribo porque respiro,
en mis venas circulan letras
efervescentes y desordenadas
que buscan salir, alborotadas.

Escribo porque llueve,
y me hace sentir poderoso.
Porque los campos de trigo son hermosos,
al sol en Londres o Santa Fe.

Escribo por el pan en el horno,
por el viento que suspira
historias a los oídos de los vivos,
por y para el deleite
de nosotros, los perdidos.

Cuando me siento extraviado,
conmovedores glifos marcan el camino,
desnudan las heridas,
mostrándome perfectas desvariantes.
Y lo veo, sé que puedo ganar,
se que puedes ganar,
podemos.

Escribo por el abismo que amaestra mi dolor,
es un enigma que me acerca a tu nombre.
Por lo verosímil de la ilusión,
pues no hay condena ni salvación.

Por el fuego,
por el suelo,
porque puedo
y por consuelo.

Por los sonidos,
lo teatral, lo viceral,
la vida y lo mortal.

Escribo para llevarme la contra;
es que no creo poder.

Escribo porque la vida era un sueño,
y ahora que no estás, una pesadilla.
Y ya no quiero vivir en un sueño, o en una pesadilla;
quiero la vida, y la quiero viva.

Al recibo de esta carta, si no en la casa, en la calle, porque hijo mio, somos y no somos. En la frugalidad de la vida.

Atte.
Martín Miguel Gómez Bustamante/ Barney O’Jid Claddagh

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