Adónde caerse muerto
«¡Eu!
¡Vos!
¡Sí vos! Vení ‘cuchame un ratito.
¡Vení, vení!
¡Pero vení che! Tranqui que no pasa nada, parezco mala onda pero ni a palo.
Mira, cuando llegué a Madrid ví un lugar lleno de historias esperando respirar, sentir caricias, ser contadas; imposible olvidarme de esa época. Tenía treinta y dos, me sentía un pibe; el tiempo me guiñaba un ojo intentando hacerme entender que todo pasa una sola vez y no hay control zeta. A ve’ si no’ entendemo’, yo recién llegado tenía todos los dientes, más grasa, energía, ¡alta pinta!. Entonces estaba tan a pleno que no presté atención y caí re tarde que cada historia era una oportunidad pasajera. ¡No era consciente de lo inconsciente que era! En el momento me dije “ya fue” y le dije mil veces que sí a todo lo que podía. Vivir esas experiencias fue tatuar hermosos cuadros en mi esencia, aunque entender qué significa cada uno después de unos ocho meses, fue heavy. La vida se siente de una manera pero se recuerda de otra ¿me entende’? Ahora veo a esta sociedad como lo que es, como lo que somos: un circo dirigido por hijos de puta sedientos de poder; al pedo, nada te zafa de estirar la pata. ¡todos chorros! Y claro, cuando te caen esas fichas te empezás a llevar la contra, es importante llevarse la contra de vez en cuando, ¡si no es todo siempre lo mismo! Súmale que el miedo al ridículo pasa a chuparte un huevo y pum, ya ta’, sin darte cuenta sos terrible caradura.
Bueno, la hago corta que me voy por las ramas; vos cualquier cosa cortame o si no se me entende’ cuando hablo decime, que como no hablo con nadie en todo el día modulo como el culo.
Era miércoles en Madrid, las cuatro y algo a eme en una callecita por Malasaña; ¿viste que a esa hora siempre pasan cosas interesantes? Andaba medio manija, me la había pasado chupando sangría, estaba en cualquiera, hecho percha pero en la mejor ¿me entende’? Puse piloto automático y fui al umbral de donde menos me echan en la zona, para reponerme un rato. Cuando estaba llegando vi a un grupito en sus veinti tempranos hablando a grito pelado. Tenían esas ganas de hablar al pedo que tienen los turistas jóvenes con voces agudas, la risa despreocupadamente alta y la típica esperanza en el futuro te tenés a esa edad. Cuando me acerqué parecían estar buscando algo en el piso, pasé por al lado haciéndome el sota a ver qué onda y justo una chica de ahí decía que no encontraba no sé qué, ah sí, “la dignidad”. Uno que estaba cerca le dijo en voz baja “es que nou tiene, nou sabei lo que éis”. Al toque se miraron, me miraron y giraron la cabeza para otro lado, se hicieron los re boludos. Sé que soy paranoico, los balcones me lo suelen decir y tampoco soy el centro del mundo, pero era obvio que estaban hablando de mí. Encima cuando pasé por al lado hubo un silencio raro pero me fui y se volvieron a reír. Pensé “ma’ sí, y a mí qué me importa”. A las dos cuadras volví y ya se habían ido, así que bien.
Me iba a sentar a descansar, pero antes me puse a ver el suelo buscando…, buscando…, ¿Que estaba buscando? ¿Que estaban buscando ellos antes? ¿Qué es? Ahí se me cayó la jeta y quedé pasmado, sentí la realidad como una cachetada de esas que te dan de pibito y sacuden todo. A ver, aunque mi memoria sea malísima te juro por mi viejo que no era que “me había olvidado”, en serio no comprendía qué significaba eso que buscaban. Me parecía algo confuso, imposible, una fantasía, una idea muy tirada de los pelos. Al darme cuenta que no tenía ni la menor idea de qué estaba buscando, entendí que era porque no lo tenía. ¡Los pendejos esos estaban buscando mi dignidad! ¡yo no podía buscarla porque como no la tenía, no sabía qué carajo era! She loco culiao ¿no?. No se si alguna vez alguien te explica lo que és tampoco, estaría bueno, podría ser una materia.
No te creas me comí mucho la cabeza, ahí noma’ senté el culo y quedé mosca. Al día siguiente no quería pensar, así que no lo hice, era el deseo de mi impulso natural con el mínimo de razonamiento posible, estaba cansado de todos, de mi cabeza y de mí. El tiempo me tenía tan hinchado las pelotas qué tenía las rodillas paspadas, que queré’ que te diga; tanto que dejé de creer que existe, vivía como si no hubiera futuro. Ese día las personas dejaron de tratarme como a uno más; a mi me dió igual, tampoco me sentía como uno de ellos. Lo loco es que yo me cagaba de la risa, no por dramático o masoquista si no por lo obvio de la situación, el entrelíneas, la impotencia y para burlarme de la burla. Cuando estoy re jugado, en las últimas o nervioso, me sale reír o silbar; y sí ¡ya fue! ¡pare de sufrir!. Es que imaginate que de repente el mundo entero se pone de acuerdo para mirarte y tratarte como si fueras un sorete mal cagado que larga una baranda horrible y atrae enfermedades, pero es divertido hablar mal de él. Es divertido porque es como matar un zombie, la excusa perfecta; está bien hablar mal de un desperdicio si no sirve para nada, se usó o lo usaron tanto que solo queda lo que no sirve. ¿Sabés que las miradas aún me atraviesan? ¡y menos mal! Lo super agradezco, a la gilada ni cabida.
Como no hago nada (aunque sobrevivir no es poca cosa) a veces sin darme cuenta medito un poco sobre esto. Total, mi único interés y hábito es solucionar el comer – dormir y mi único sueño es poder hacerlo sin que me interrumpan. Es que no tengo ganas de tener ganas, de conocer o aprender. ¿El amor? Yo que sé, estoy un poco cagado a piñas viste, mirame las manos, no quiero joder a nadie ni que me jodan,
Me paso noches en vela intentando entender por qué a la gente le cae mal mi existencia; no como techo porque no hay y si lo hubiese él me comería a mí aunque esté como Juan Salvador Gaviota. Pa’ colmo que no encuentro techo tampoco parece haber piso disponible, tire donde me tire siempre me molestan diciendo que estoy molestando. ¿Será posible que todo el planeta tierra esté en venta o comprado? A veces sueño que finalmente tengo algo de plata para comprarme un pedazo de suelo, donde puedo dejar mi cuerpo todo lo que quiera hasta cansarme de descansar o hacer la que me pinte. Uno de los sueños más zarpados que tuve fue justo el que tuve al volver a ese portón donde estaban los que buscaban mi dignidad. Se sentía super real, me compraba parte de una vereda con florecitas chiquitas y amarillas en las baldosas, el sol cálido le daba bastante, estaba muy bien. Ahí me echaba una alta siesta donde soñaba algo más flashero todavía:
Caminaba por la calle, como siempre…,
todo se veía con la luz azul de la madrugada
que se aclara avisando el amanecer.
Era feliz porque respiraba, era feliz porque vivía de un aire sin sabor pero lleno de vida.
No estaba arrepentido de nada, enojado o dolido,
no me sentía prisionero de lo onírico, orgásmico o hedonista.
Sentí algo muy interno, como un hueso, una vértebra moverse de lugar,
elevando uno de mis hemisferios y poniéndolo a la altura del otro,
equilibrándome.
No me sentía ni más ni menos que nada,
sino parte lógica y necesaria de todo.
Sentí la chispa de la confianza en uno mismo,
encender una calidez reconfortante
que me permitía escuchar mi voz otra vez;
porque escucharse es muy importante, ¿sabes?
¿Me estás escuchando, no? Ok, sigo.
Cerré los ojos y volví a ver dentro de mi cabeza
luego de tantos años, mi espacio mental de intimidad,
empapelados rotos, papeles garabateados y pisados en un suelo húmedo.
Abrí los ojos y entendí más allá de las palabras.
¡Volvía a orientarme! ¡Lo hacía sin dudar!
Mis padres estarían tan orgullosos de mí.
Soñé que confiaba por las calles de Tirso de Molina,
confiar ya no era una pesadilla.
Ya no me ofrecían hachís o esas cosas que se huelen,
sino sonrisas con abrazos largos, poesías de canciones, cuentos,
¡hasta me invitaban a bailar sin ese tonto miedo al levante!
Soñé que no estaba en la rueda,
que no era malo por haberme equivocado.
El peso de mis errores y malas decisiones soltaban mis hombros,
y luego de tantos años dejaba de sentirme mal por el pasado.
Al liberarme de esas penas,
sentía que avanzaba firme con cuerpo y alma
con ese cosquilleo en la ingle que nos da al hamacarnos.
Ya no existía solo un presente encadenado al pasado,
había un futuro que podía lograr, que lograba,
del cual yo era responsable.
Soltando el pasado
pude ver el futuro.
Aunque el calor sea recuerdo
y el frío sea olvido,
si no sabes, te digo,
que ninguno perdona.
Bueno flaco, no te la vuelo más, gracias por darme bola, me sorprendiste la verdad, pero ¿viste que te dije que no hay que tener miedo a hacer el ridículo? Y encima me hiciste acordar a mí familia, que groso; es que hace tanto que no los veo, que perdí la cuenta, para mí siguen siendo cinco.
Por cierto, los vecinos no existen, están en tu mente, y créeme, ellos no asistirán a tu funeral, aunque sí tal vez a tu cumpleaños. Me dijeron que te diga eso.
Dalo todo, en tu casa si tenés o en la calle, dalo todo, si lo das todo nunca te vas a llevar una decepción. Es que aunque el dolor del arrepentimiento encadene, acordate de este proverbio hebreos: «sólo no seas un pelotudo».
Mejor tomatelas que ya estoy diciendo boludeces. ¿Cómo terminaba el sueño?
Me dí el lujo de caminar super lento subiendo por la calle de San Hermenegildo, hasta toparme con la calle de San Dimas, ahí doblé para encontrarme con una pared que leía grande dentro de un corazón “RESPIRA”. Tomé aire y levanté la mirada al cielo, la mano de una mujer anciana bajó de las nubes, me recogió para llevarme a la desgracia de la realidad, pero mostrándome la belleza de la certeza en ella. Tenía la calidez, las marcas, la forma…, era la mano de mi madre; fue cuando estuve envuelto en ella, que finalmente oí silencio. Desperté soñando que finalmente se habían callado todos» .
Se escucha un hombre del balcón del 5to.
- ¡A ver si la cortais de una vez chavales!
Se oye la voz de otro hombre desde el balcón del 3ro.
- Madre mía, madre mía. Esta es la gota que rebalsó el vaso.
Agrega con naturalidad una persona desde el balcón del 4to.
- ‘Pos esto acabará, como acaba todo.
«¡Rajemooooooooo!» .